lunes, junio 26, 2006

No tenemos miedo

Eran casi las nueve de la noche. Atrás había quedado la adrenalina de la redacción y la tensión por el acelerado y más que nunca contra reloj cierre de la edición del día. Argentina ya le había ganado a México, casi no quedaba nadie en el Obelisco y en sus alrededores. Todos estaban volviendo a sus casas. De pronto, sobre Avenida de Mayo y Salta, a pocas cuadras de lo que fue el epicentro del festejo argentino, bajaron de un colectivo dos camisetas amarillas. Cuando me acerqué confirmé mis sospechas: eran de Brasil. Me pegué a sus espaldas y traté de escucharlos hablar para comprobar lo que era ya casi una certeza: falhaban portugués.
Un auto pasó por su lado y desde adentro le gritaron: "¡Ahora vamos por vos!". Ni se inmutaron. Ante las miradas desafiantes de todos los que estaban a su alrededor, temí por la integridad de ambos. No podía dejar de pensar que estábamos en "zona de guerra futbolística". Me volví a acercar y les pregunté sus nombres: Wagner y Carlos, contestaron con una sonrisa que sacó a la luz unos dientes tan blancos y grandes como los de Ronaldinho. "El fútbol es diversión y nosotros estamos festejando la victoria ante Ghana, el martes. Sepan que no les tememos", sentencian. Se van. "Sepan ustedes que nosotros tampoco", pienso.

Y dicen que el país nos importa poco...

Cuánto que nos une el Mundial. Cada cuatro años salimos a la calle a festejar los triunfos argentinos. Flamean las banderas, suenan los bombos y el Obelisco es testigo de las alegrías que nos da la Selección. Todo es celeste y blanco. Nos emocionamos cada vez que escuchamos el himno antes de cada partido. Miramos al cielo y pensamos qué grande que es nuestro país. Hay celeste y blanco por todas partes. Las esquinas se llenan de vendedores ocasionales y se oye el famoso “hay gorro, bandera y vincha”. Los compramos. Obvio que los compramos: queremos a la Argentina, decimos. Caminamos por la calle con la camiseta puesta, incluso cuando no juega la Selección.
Tanto patriotismo emula a un país en guerra. Si como dicen muchos, el fútbol es la síntesis de la guerra. El fútbol nos une, es cierto. Pero esa unión es efímera. Y sino volvamos el tiempo 15 días atrás. En plena discusión sobre qué equipo parará José Pekerman ante Costa de Marfil es Semana de Mayo. ¿Cómo se le va a ocurrir a la Semana de Mayo interponerse entre la Selección y los 38 millones de técnicos que tiene el país si ya no tenemos que preocuparnos por independizarnos de España? Qué inoportuna. Nada es celeste y blanco en ese momento. No hay vendedores que ofrezcan banderas. Nadie camina con camisetas de Argentina. Escarapelas no usamos: molestan y pinchan, es la excusa. Pero no importa, porque en tres semanas vamos a querer como nunca a nuestro país. Hay Mundial, claro.